Antes de ser dev

Antes de ser dev

Miguel Camargo
Miguel Camargo

Antes de ser dev: una historia sobre aprender con otros

Primeros pasos (y tropiezos)

Cuando empecé la carrera de Tecnología en Desarrollo de Software en la Universitaria Agustiniana, estaba bastante desorientado. No era que no me esforzara, pero entre C y C++ sentía que escribía instrucciones sin saber muy bien qué hacían. Luego vino Java, y aunque algunos compañeros parecían fluir con naturalidad, yo apenas entendía. Hacía los ejercicios, estudiaba, pero no conectaba los puntos. Prefería jugar fútbol. Literalmente: alguna vez un profesor tuvo que buscarme en la cancha para volver a clase.

El primer proyecto real

Todo cambió en tercer semestre, cuando nos tocó desarrollar un sistema de votación para la Muestra Empresarial de la universidad. Nada de teoría: teníamos que construir una aplicación de escritorio en Java Swing, con resultados en tiempo real, dos puestos de votación conectados, identificación de usuarios y todo sobre una red local sin wifi. Lo montamos con servidores, cableado, canaletas… lo que había en esa época. Y funcionó.

Ese proyecto fue un punto de inflexión. Estuve ahí dando soporte, con chaleco y todo. Por primera vez sentí que entendía lo que hacía. Que lo que había aprendido servía para algo concreto. A partir de ahí empecé a experimentar por mi cuenta. Me obsesioné con Java Swing y NetBeans. Empecé a probar, romper, volver a armar.

Sistema de votación
Sistema de votación

Nace Opensgroup

Junto a dos compañeros, fundamos el Semillero de Investigación OpenSGroup. Era una iniciativa para compartir lo que hacíamos, construir cosas útiles, y abrir espacio para que otros estudiantes también pudieran crear. No todo eran grandes logros: muchas ideas quedaron a medias, algunas no salieron como esperábamos. Pero otras sí. Además del sistema de votaciones, hicimos un sistema de gestión de préstamos para la unidad de medios audiovisuales, y otro para análisis de evaluaciones docentes. Con el tiempo, más compañeros se sumaron y trajeron sus propios proyectos. El semillero creció por sí solo.

También nos llegaban invitaciones a eventos, competencias, charlas. Las compartíamos con todos. Fue a través del semillero que nos conectamos con la Red de Programación Competitiva y con el Circuito Colombiano de Maratones de Programación (CCPL). Entrenábamos para competir, viajamos a varias universidades, y hasta fuimos sede de eventos.

Un día decidí ir a la Universidad Javeriana. No conocía a nadie. Me metí, pregunté dónde quedaba la facultad. Golpeé una puerta. La abrieron. Me presenté: dije que queríamos aprender a competir, que sabíamos que ellos eran buenos, y que queríamos entrenar. No pedíamos nada, solo la oportunidad. Nos escucharon, nos invitaron a pasar. Nos dieron recursos, nos explicaron cosas, y lo más importante: nos invitaron a entrenar con ellos. Más adelante, también vinieron a nuestra universidad. Así era esto: si te movías, algo pasaba.

Sistema de votación

En paralelo: RedNaJava

Rednajava

Al mismo tiempo, conocimos a un grupo llamado Jacidco, un espacio de estudio creado por estudiantes de la Universidad CIDCA. Se reunían los sábados a practicar Java, compartir ideas y enseñarse mutuamente. Lo increíble fue que, sin importar que fuéramos de otra universidad, nos recibieron. Asistir a sus sesiones fue revelador: ahí entendí el verdadero valor de la comunidad. No era solo lo técnico, era la disposición de aprender y enseñar sin jerarquías.

Con el tiempo, esa misma energía se transformó en algo más grande. Nació RedNaJava, la Red Nacional de Investigación en Java. Era distinta al semillero, más abierta, más horizontal. Organizábamos meetups, espacios de estudio, y conversaciones sobre lo que venía después de la universidad. Hablábamos de ese choque que muchos viven cuando se gradúan: salir al mundo laboral y darse cuenta de que lo aprendido en clase no es suficiente. Que la burbuja académica —porque eso es lo que es, una burbuja— no prepara del todo para lo que hay allá afuera.

En RedNaJava tratábamos de ver más allá del pensum. De pensar en habilidades reales, en trabajo en equipo, en saber hablar con otras personas, en perderle el miedo al mundo. Queríamos evitar ese golpe seco que tantos se dan al salir. Y aunque no teníamos todas las respuestas, el simple hecho de hablar de eso ya era valioso.

Aprender enseñando

Uno de los aprendizajes más importantes fue que enseñar no es solo un acto generoso: es un acto profundamente útil para quien enseña. Al intentar explicar algo, te das cuenta de lo que entiendes y lo que no. Te obliga a ordenar tus ideas. A veces, solo cuando alguien te hace una pregunta inesperada entiendes que no lo tenías tan claro. Aprender enseñando fue una constante en esos años. Y me ayudó más que muchos libros.

Después de graduarme

Cuando me gradué, me alejé un poco. Ya tenía otras responsabilidades, otro ritmo. Pero el semillero siguió. Me invitaron varias veces a dar charlas como egresado. Volví al auditorio, ahora frente a estudiantes nuevos, a contar lo que habíamos hecho y lo que había aprendido. Mi mensaje no era heroico. Más bien decía: si yo, que empecé sin entender nada y jugando fútbol en vez de programar, pude encontrarle sentido a esto, cualquiera puede. Solo hace falta moverse, involucrarse, probar, equivocarse, y estar cerca de otros que también están intentando entender.

Más adelante: CoderDojo Bogotá

Ya trabajando en Accenture, sentí que tenía que devolver algo de lo vivido. Así que impulsamos la creación de CoderDojo Bogotá, una iniciativa global que ofrece espacios gratuitos para que niños y jóvenes aprendan programación. Lo hicimos en Ciudad Bolívar, con chicos que pocas veces habían salido de su barrio. Los llevamos a las oficinas de Accenture.

Imagínate: salas amplias, pizarras inteligentes, escritorios ajustables, cafeterías relucientes. Sus caras lo decían todo. Algunos no sabían si podían sentarse, si podían hablar. Poco a poco se soltaron. Codearon sus primeros programas. Y entendieron —o al menos imaginaron— que ese también podía ser su mundo.

CoderDojo Bogotá

Nada de esto fue en solitario

Siempre hubo compañeros, profes, directivos que dijeron que sí. Muchas veces no sabíamos muy bien qué hacíamos, pero alguien confiaba. El equipo de decanatura nos dio apoyo en ideas que hoy me parecen arriesgadas. Si no hubiera sido por ese respaldo, por esa libertad de intentar, muchas cosas no habrían pasado.

Y en todo esto, nunca fui el más brillante. Siempre tuve al lado personas más técnicas, más estructuradas, más talentosas. Pero aprendí a liderar, a organizar, a motivar. Descubrí que no se trata de saberlo todo, sino de generar condiciones para que otros también puedan crecer. Eso fue lo que me llevé. Eso fue lo que intenté dejar.

Para cerrar

Hoy miro atrás y no veo una historia épica. Veo muchas ganas, muchas dudas, varios errores, y un montón de aprendizajes. Veo a un estudiante confundido que encontró sentido haciendo cosas con otros. Y que entendió, a punta de prueba y error, que en este oficio, crecer no es solo cuestión de saber programar. Es también cuestión de comunidad.

Y eso —al menos para mí— fue lo que marcó la diferencia antes de ser dev.